“Quien más y quien menos ha sufrido esta terrible pandemia. Algunos de forma ciertamente dura como también duras serán sus consecuencias; y una de ellas, si no lo remediamos, será la perdida de la inocencia.
Llevo trabajando muchos años para los médicos, y en estos últimos meses he oído, he leído, y he visto mucho más de lo que nunca hubiera esperado, oír, leer y ver. Y es que al margen de los dramas personales reales (fallecidos , familias destrozadas, anímica y económicamente), fue el primer informe de la Comisión Deontológica Central, sus repercusiones mediáticas y su ulterior rectificación, lo que sin duda merece una reflexión: ¿están los médicos obligados a arriesgar su vida, su salud y la de sus familias en el ejercicio de su profesión?, ¿lo han estado alguna vez?
Cuando en mi despacho le preguntaba a un médico cómo ejercía su profesión, siempre me habían contestado que como «profesionales de la medicina» para luego reconocer que eran médicos estatutarios, o personal laboral de instituciones públicas o privadas; el desarrollo de su actividad, con autonomía en la prescripción, con libertad de elección de pruebas diagnósticas, con autoridad (bien entendida) en la toma de decisiones, no cuadraba con ser «una pieza más del engranaje», que es lo que, desde hace décadas, se les viene diciendo que son.
¡Hay que bajar al médico de su pedestal!, todos somos iguales, todos somos sanitarios; y puede ser verdad, incluso puede que hasta cómodo: sujeción estricta a protocolos de actuación, control externo del gasto que condiciona la libre prescripción, responsabilidad objetiva de la administración sanitaria…, pero si eso es así, si el médico no decide, si no es sino una pieza más del engranaje de la maquinaria sanitaria, si prima el control del gasto y la «optimización de los recursos», ¿qué queda?, queda un personal fuertemente jerarquizado y laboralizado cada vez más alejado del concepto «profesional» y de la toma de decisiones.
Y esta pandemia nos ha enseñado que cuando todas las costuras de nuestro sistema sanitario han saltado por los aires, solo han quedado, ahora sí, los profesionales de la salud.
No tenemos el mejor sistema sanitario del mundo, tenemos a los médicos mejor formados del mundo.
Pero no ha sido suficiente, han tenido que enfrentarse, contra el virus, contra la prepotencia de muchos gestores sanitarios y contra la ineptitud, por no decir la ignorancia y la estupidez, de muchos responsables políticos, fundamentalmente de los que pidieron, y se les otorgó, el «mando único».
Y volvemos al principio, ¿debe morir o enfermar en el ejercicio de su profesión?, ¿debe hacerlo cuando hay al frente de las organizaciones sanitaria gerencias fundamentalmente preocupadas en el control del gasto?, ¿cuando al frente de la pandemia se pone un Ministerio sin competencias y sin técnicos, hoy todos en las distintas comunidades autónomas? ¿deben hacerlo cuando, día a día se les dice que son solo una pieza más de la maquinaria?
Creo que con la pandemia, los médicos han perdido la inocencia, y esto puede ser muy preocupante en el futuro; en el próximo brote o rebrote, ¿acudirán sin material de protección?, ¿se lo volverán a hacer con bolsas de basura?, ¿serán suficientes las fiestas de los balcones? o asumirán su papel de piezas del sistema sin capacidad de decisión ni de gestión.
Todo esto lo pagaremos como sociedad, ellos sin duda también, aunque llevan tantos años perdiendo tanto que quizás ya empiecen a estar acostumbrados.
¿Serán los políticos y los gerentes los próximos «héroes»?, ¿pararán la pandemia con un Excel?
La próxima vez, quizás no debamos sorprendernos cuando solo pongan su vida y su salud en juego, si previamente se les haya dado el reconocimiento, no en los balcones, sino en sus centros sanitarios, si se les restituye al lugar de donde nunca debieron salir, en la toma de decisiones y en el respeto a la libertad en el ejercicio de su profesión; seguramente es injusto seguir pidiéndoles que asuman los errores de otros.
Pienso que hay cosas que se rompen y nunca se pueden volver a reparar y otras que cuesta tiempo y cuidado; esperemos que la sociedad comprenda lo ocurrido, y que los médicos, perdida la inocencia, superen su sitio en las organizaciones sanitarias y, asumiendo sus decisiones, libremente aceptadas, hagan lo que hasta ahora han venido haciendo, sin necesidad de grandes reconocimientos, que no es sino dedicar su vida (y nunca ha sido tan cierto) a sus pacientes.”
Luis Galán Soldevilla
Abogado del Colegio Oficial de Médicos de Córdoba