DESTELLOS DEL ADIOS
En la quietud de la aurora, donde sueños aún danzan,
Desperté a la llamada de un nuevo día que avanza.
La lluvia, suave, en mi ventana un ritmo marca,
Mientras el café y la ducha mi alma abrazan.
Con la bruma de la mañana mi viaje comienza,
Hacia donde el destino y la esperanza se entrelazan.
Una canción, eco de cambios, al corazón alcanza,
Presagio de que una jornada distinta me espera.
En el hospital, el frío de los pasillos me recibe,
Mariano, mi paciente, en su lecho yace y me percibe.
Con ojos que cuentan historias de luchas y amores,
Inicia nuestras charlas, desvelando sus temores.
Hablamos de vida, de amor, de la muerte y el dolor,
Mariano, con su voz, pinta su mundo interior.
A pesar de la enfermedad, su espíritu no se doblega,
En cada palabra, una lección, una verdad que se entrega.
“Vivir en mis términos”, declara con serenidad,
Rechaza prolongar su final con falsa vanidad.
Prefiere la charla, el compartir, antes que el alimento,
Su decisión, firme, refleja su más íntimo sentimiento.
El tiempo transcurre, entre risas y alguna lágrima escondida,
Mariano, en su sabiduría, enseña el arte de la vida.
A través de su historia, aprendo el valor de la empatía,
La medicina, comprendo, va más allá de la ciencia y la tecnología.
El sol se pone, y con él, Mariano hacia el sueño se desliza,
Su hermana a su lado, su amor y su paz eterniza.
Me alejo sabiendo que su legado en mí perdura,
En las palabras compartidas, hallé una cura.
“Destellos del Adiós”, el título que a esta historia doy,
Un tributo a Mariano, y a todos los que, como él, se van.
En sus últimas conversaciones, una luz infinita encontré,
En el final de la vida, el verdadero significado de vivir hallé.
Así plasmo en versos esta historia de amor y despedida,
Donde cada palabra, cada recuerdo, la vida misma es celebrada.
Mariano, aunque te has ido, tu luz en nosotros permanece,
En “Destellos del Adiós”, tu espíritu eternamente amanece.